A pesar de ello en nuestra vida diaria las consideramos a menudo “accesorias”. En la arquitectura pasa lo mismo, es muy frecuente que se usen para “decorar” o “rellenar” un espacio exterior o interior.
Las plantas, y nosotros, merecemos más.
Por eso nos gusta hablar de “arquitectura vegetal” un concepto que considera las plantas como un elemento arquitectónico más que, a diferencia de otros está, además, vivo. En esta acepción las plantas funcionan como protección solar, aislamiento térmico y acústico, filtro de partículas contaminantes, protección frente al viento y un largo etcétera.
En un diseño arquitectónico que dialoga con la naturaleza y la integra en su funcionamiento las plantas son una parte imprescindible de todo proceso.
Son seres vivos que nos mantienen conectados con la parte más salvaje y auténtica de nosotros mismos, aun en contextos artificiales como son nuestras ciudades.
Desde los orígenes de la humanidad los hombres han utilizado las plantas para comer, fabricar utensilios y también como elementos constructivos, muchas veces vivos. En la India se usaban troncos huecos de palmera como base para que las raíces crecieran a su alrededor creando un sólido puente entre las dos orillas de un río. Este proceso podía requerir más de una década en completarse.
Hoy en día no estaríamos dispuestos a esperar tanto para que un proyecto se complete, igualmente trabajar con seres vivos implica respetar sus ritmos y conocer sus características y desarrollo.
Por ejemplo, al utilizar una especie trepadora como filtro solar para la fachada de un edificio, necesitamos conocer su ritmo de crecimiento, sus necesidades de sol y agua, su época de floración y follaje. Con estos elementos podemos diseñar una estrategia para que la trepadora y la fachada trabajen en colaboración mutua y con ventajas reciprocas. Así plantaremos una especie vegetal que tenga más follaje en los meses del año donde nuestro edificio necesita más sombreamiento y que se despoje de las hojas en los meses frío cuando necesitamos que la radiación solar entre en nuestro edificio para calentarlo.
Existen muchas situaciones en las cuales las plantas nos aportan beneficios desde un punto de vista constructivo y funcional. Respecto a otros elementos constructivos inanimado las plantas tienen la ventaja de estar vivas. Esta característica nos lleva resultados interesantes desde diferentes puntos de vista. Por un lado se consigue generar una arquitectura dinámica, que evoluciona con el paso del paso del tiempo y se adapta a las características propias de un lugar. Por otro lado, al crear una estructura viva, instaura una relación activa con las personas ayudándolas a mantenerse en contacto con su esfera emocional y con los ritmos de la naturaleza, aun en contextos urbanizados.
Además en el ámbito urbano las plantas aportan beneficios mesurables en la calidad de vida de las ciudades. Absorben partículas contaminantes, metales pesados y CO2, retienen las aguas de lluvia, reducen el afecto albedo y el ruido y aumentan la biodiversidad.